“You're all a Lost Generation”
Gertrude
Stein
«Me convertí en tu cliché literario de café para
pseudointelectuales», te decía, mientras ignorabas mis quejas, como hacías cada
vez que me entraba la Tristeza, con T mayúscula. «La vida no es para andarse
preocupando, mi corazón», me respondías, ocultándote tras tu fingida
despreocupación. A mí no me engañabas, a mí no. Lugar común: En tus ojos claros
dormía la Melancolía, mayúscula, como mi tristeza. Eras un poeta maldito.
«Llámenme como les dé la gana, menos "poeta", más
respeto», espetabas. En tu voz "poeta" era el mayor de los insultos,
pero eras un poeta maldito; incluso me atrevo a afirmar que eras de los pocos
que quedaban. No importaba que renegaras de la poesía, tú eras poema andante.
Eras de esos poemas que quiebran: de los que duelen hasta escindirte y recrearte
todos los tiempos, conceptos y momentos.
Así
te adoraba, con tus novelas inconclusas y tu terquedad de piedra. Creo que era
imposible dejar de quererte, eras a quien retornaba con los tangos de Gardel;
tu recuerdo estaba atado a cada libro y a cada calle y a cada instante. «El
amor eres tú», me escribiste una vez; te equivocaste, el Amor, el mayúsculo,
serás siempre tú. Tú, con tu cigarrillo haciendo juego con tus gafas de
escritor. Tú, con tus bares de mala muerte y tus excesos de alcohol. Tú, tan
dañado y tan dueño del adjetivo adecuado.
Hoy
me callo, me siento a tu lado y te veo fumar; del humo manan tus susurros
«Envejeceré contigo. Tú, conmigo, no». Te cuento las arrugas y las canas y los
años; entonces me acaricias, me inventas otro apodo cursi y ya nada de eso
importa. Amar(te) es estar perdida
(contigo). Amar(me) es no compartir tu cigarrillo (conmigo). Amar(nos) sin rumbo
y sin reglas y sin terrenos seguros y sin hablar del mañana. Amar(nos) hasta
que la realidad se interponga (entre nosotros). Permíteme sentarme en tus
piernas y apropiarme de tu último atisbo de ternura, escritor descarriado.
Atentamente,
Votre enfant terrible.